Es necesario realizar cambios conductuales que permitan identificar conductas no saludables y aprender a realizar otras que sean saludables, además de aprender a distinguir entre hambre y apetito. Además, es necesario fomentar la actividad física del menor y por ende, el gasto energético. Este aumento debe ir orientado a lograr cambios en las actividades diarias, estimulando actividades recreativas al aire libre y en niños mayores, su participación en actividades deportivas.
El plan de alimentación individualizado dependerá del grado de obesidad y de la edad del niño, en algunos casos no severos basta con una disminución de grasas, hidratos de carbono refinados, adquirir horarios regulares de comida, evitar el consumo de ciertos alimentos y limitar el tamaño de las porciones. En otros casos se necesitará realizar un plan de alimentación individualizado tomando en cuenta las características del crecimiento, peso, talla y edad, además de los gustos y preferencias.
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